domingo, 10 de octubre de 2010

Todo y nada y, de repente, tú.

No logro dormirme. Hace días que no consigo conciliar el sueño. Y la única explicación razonable que encuentro a esta situación es que hay algo dentro de mí que dice: vive al máximo, aprovecha todo lo que te está pasando porqué algo grande va a pasar, algo va a cambiar tu vida de repente. Y esa sensación agridulce es algo que me está matando desde hace varias noches. Mis sueños de cada vez son más raros; me despierto con un mal sabor de boca porque recuerdo todo: cada uno de los detalles de esos sueños. Y, en parte, es como una punzada dentro de mí, un dolor que no me deja pensar. Son las 3.20 de la madrugada y a través de esa ventana vacía que me separa del mundo estoy yo, sentando en esta silla de oficina, en mi escritorio lleno de apuntes, esquemas, libros de arte y demás. Y entre ellos algun que otro libro con el que intento entretener y alejar mí mente del estudio de vez en cuando. Las paredes de cartón me permiten oir todo lo que está pasando afuera. De noche las tormentas se ciernen sobre este pequeño agujero del mundo y llueve sin cesar. Intento calmar mí sueño escuchando el ruido del agua que estalla contra el suelo. Y eso crea ritmos en mí cabeza. No puedo parar de pensar porque mi mente está funcionando las 24 horas diarias. Y esto nunca me había ocurrido. Mejor dicho, hacía tiempo que no pasaba. Y ahora regresa como aquel recuerdo dulce de nuestra niñez. El pasado que viene y toca en la puerta de nuestro corazón, buscando una sonrisa o una lágrima de felicidad, de dolor, de tristeza, de rabia. Son las...bah, ¡Qué más da! porqué ya he perdido la noción del tiempo. Ya no tiene sentido mirar las agujas del reloj. Ya no tiene sentido volver atrás porque todo tiende al futuro. Y en mí camino solo puedo palpar cosas que están por venir, cosas que necesito saber cuanto antes porque sino, voy a volverme loco. Si es que ya no lo estoy.

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